Fuad Jorge Jury nació 28 de mayo de 1938 en Las Catitas, un pequeño pueblo en el norte de la provincia de Mendoza, segundo hijo de José Jury Atrach, de origen sirio, y de Manuela Olivera, guionista y actriz de radioteatro. Luego vivió en Luján del Cuyo, fuente profunda de su obra artística, donde sufrió el abandono de su padre y comenzó una vida de constantes privaciones.
Fuad Jorge adoptó el apellido artístico de su madre, Laura Favio, y a su lado dio los primeros pasos en el mundo del arte como actor de radioteatro, género que influyó en su cinematografía.
Leonardo Favio pasó una infancia y temprana adolescencia colorida y picaresca, en contacto con la naturaleza, persiguiendo aventuras con sus amigos, sufriendo temporadas en patronatos, reformatorios — de los que se escapaba continuamente — y en una que otra comisaría. Fue también un niño sensible y espiritual, becado para seguir estudios religiosos, que tampoco le brindaron tranquilidad. Ingresó en la Marina buscando contención económica, pero también abandonó esa aventura. Favio nunca pudo resolver la puja interior entre la necesidad de orden y bienestar y, por otro lado, la libertad que le prometía la marginalidad. Sin embargo, su habitar en ambos márgenes de ese turbulento río, más su talento, lo convirtió en el singular artista que tantos amaron.
Ya instalado en Buenos Aires a fines de los 1950, Favio trabajó como actor en televisión y debutó en cine en El Angel de España. Trabajó con Leopoldo Torre Nilsson y con muchos otros directores: Daniel Tinayre, Fernando Ayala, Rubén W. Cavalloti, José A. Martínez Suárez, Manuel Antín, entre otros.
Trabajar en los sets de filmación le dio la oportunidad de observar de cerca el quehacer de director, que era lo que más le interesaba del arte cinematográfico. En esta época conoció a María Vaner, su primera esposa, con quien tuvo dos hijos: Leonardo y Luis María.
En 1965, con mucho esfuerzo e ingenio, Favio estrenó su primer largometraje Crónica de un niño solo, film que se nutrió de sus experiencias y que ganó varios premios en festivales internacionales. Le siguieron El romance del Aniceto y la Francisca (1967), una historia basada en el cuento “El cenizo” de su hermano Zuhair Jury; El dependiente (1969); Juan Moreira (1973); Nazareno Cruz y el lobo (1975); Soñar, soñar (1976). Favio llegó a dirigir a actores como Rodolfo Bebán, Alfredo Alcón y Graciela Borges. Sus películas ganaron numerosos premios nacionales e internacionales.
En sus películas Favio supo representar lo humilde, marginal y popular a través de una estética lírica muy personal. La tensión entre lo popular y el cuidado plástico de la imagen hicieron que Favio se convirtiera en un aclamado y estudiado director.
Esa diafonía es reflejo a la vez de la distancia entre su carrera como director de culto en Argentina y como cantautor de canciones románticas y populares que lo lanzaron vertiginosamente a la fama internacional. Fuiste mía un verano, O quizás simplemente le regale una rosa, Ella ya me olvidó se conocen aún. Si bien sus fans pertenecen a mundos diversos, Favio amaba todas sus facetas, a todos los Favio que fue.
A pesar de su fama, jamás se alejó de sus orígenes y de los seres amados que lo acompañaron en su juventud.
Si bien ni el cine ni la música de Favio son necesariamente políticos, él siempre se consideró, no un cineasta peronista, pero sí “un peronista que hace cine”. Favio llegó a entrevistarse con Juan Domingo Perón y fue conductor del acto de recibimiento cuando Perón regresó a la Argentina.
Para Favio el Peronismo era un sentimiento, la alegría de incluir y ser incluido social y económicamente. Ese compromiso, más afectivo que intelectual, le costó la prohibición en 1976 cuando el golpe de estado terminó con el gobierno de Isabel Perón.
Favio se exilió en México y luego en Colombia con su segunda esposa, Carola Leyton, su hijo Nicolás y su hija Pupi. María Vaner también fue perseguida y tuvo que exiliarse en España con los dos hijos que tuvo con Favio. En los años de exilio, Favio recorrió toda América como cantante, deleitando a millones con sus baladas de estilo muy personal.
Favio regresó a la Argentina con su familia en 1987 y volvió a su gran amor, el cine, con un proyecto sobre el boxeador José María Gatica. Gatica, el Mono, una épica nacional contada a través del pintoresco y trágico personaje, ganó un Premio Goya en 1993, entre otros importantes galardones.
En un acto de solidaridad con el cine nacional, Favio retiró la película de la competencia del Oscar en protesta de la inacción del Congreso de tratar la ley de fomento de la actividad cinematográfica nacional. Al poco tiempo de esta presión, el Senado aprobó la ley.
A mediados de los noventa, a Favio le propusieron un proyecto documental sobre la historia del peronismo. El que sería su único film de tema político resultó ser un costosísimo y complejo proyecto al que tuvo que aportar sus propios fondos. Incluyó una importante labor de restauración de material del Archivo General de la Nación y fue precursor de nuevas técnicas. Perón, sinfonía de un sentimiento, de seis horas de duración, se estrenó recién en el 2000. Tuvo una especial recepción entre jóvenes que despertaban a la militancia en esos años de crisis en la Argentina.
Al comenzar el nuevo milenio, a pesar de su precaria salud, Favio ideó su última película, un ballet cinematográfico que retomó la historia de El Romance del Aniceto y la Francisca. Aniceto se estrenó en 2008. Favio consideró esta joya cinematográfica única su película “más circular”, por abarcar una mayor combinación de disciplinas: música, danza, pintura. Tal vez sea su film de mayor vuelo.
Favio trabajó hasta el último momento, retocando sus películas y fiel a sus pasiones, el cine y la música. Falleció el 5 de noviembre de 2012.
Sus restos fueron despedidos en el Congreso de la Nación.
En 2013 la Universidad de Buenos Aires lo nombró Doctor Honoris Causa.